lunes, 31 de octubre de 2011

Así llora al Dolor María








En la sencillez está el gusto. Durante este mes, en la capilla de Jesús Nazareno, se hará más presente que nunca el Dolor. María, siempre al pie de la cruz, llora por los que se fueron y presiente el sufrimiento del que con mirada serena y templada, le mira desde el retablo. Y así, sencilla, despojada de toda joya, se nos presenta en este mes nuestra bendita Madre de Misericordia. 

La Niña se hizo Madre y en su corazón siente el fuerte puñal del Dolor...

domingo, 30 de octubre de 2011

El mimo de tu gente



Gracias es una palabra que en ocasiones cómo ésta se queda pequeña. Porque en la sencillez está el gusto, y con el trabajo callado y lleno de cariño, habéis logrado ensalzar aún más la belleza de la Madre de Dios. 
Después de tantas horas, de tanto esfuerzo, ha llegado el momento de ver el fruto.

jueves, 27 de octubre de 2011

Formación Cristiana


Mientras aún hay quién duda sobre la necesidad de charlas de formación para hermandades, yo cada vez lo veo más claro. Hace falta MUCHA, MUCHA formación. Creo que más que necesaria debería ser IMPRESCINDIBLE, pues es algo que nos hace crecer tanto cómo católicos, cómo cristianos y cómo personas. 

Hace ya tiempo que tengo la suerte de asistir a la Oración Mensual que da D. Antonio Lizcano (ciudadano ejemplar dónde los haya) cada primer viernes de mes para la hermandad del Cristo de la Piedad. Cada día que voy me da la impresión de salir de allí con una Fe renovada, con una Paz interior muy reconfortante, y con la sensación de estar creciendo interiormente. Es increíble lo que este hombre es capaz de transmitir, de aportar en nuestras vidas. 

El otro día, asistí por primera vez a las charlas de formación que imparte D. Lorenzo Trujillo en mi parroquia de San Pedro. La sensación fue parecida. Aquel hombre es todo Paz y ganas de enseñar. La verdad es que me gustó mucho, pienso que todo el mundo debería asistir a estas cosas, que el ser cofrade es mucho más que sacar pasos a la calle un día en concreto. Y no le quiero quitar importancia ninguna a la Estación de Penitencia, que conste, pero para llegar a ella, antes es necesario pasar por otras "estaciones". 

Además, la vida de Jesús y la de su Madre María, es tan bella, tan llenas de valores, de actos de buena fe... que nunca lo tendremos todo aprendido. 

Me alegro de poder tener la oportunidad de seguir aprendiendo, de que me sigan enseñando a ser mejor cristiana, y en definitiva, mejor persona. 

martes, 25 de octubre de 2011

Allá dónde brilla la Luz...


A veces no somos capaces de ver esa LUZ que nos acompaña, que nos da fuerza y nos ayuda a sobrevivir. Sentimos que se apaga, que sólo quedan pequeñas chispas cuando la mecha va decayendo. Pero siempre, esa LUZ vuelve a brillar, vuelve a iluminarnos y nos devuelve la Esperanza. 

Hoy esa LUZ brilla de motu propio, haciéndose fuerte, soñando con un nuevo mañana, con una nueva ilusión.  Esa LUZ que se enciende a los pies de un barrio humilde, que se reviste de azul y blanco el más mágico de los domingos, que huele a incienso y cera, a olivo y rosa roja a sus pies. 

Hoy esa LUZ que nos ilumina, resplandece, se hace fuerte, brilla cual estrella en el firmamento y nos trae una nueva Esperanza. Salud de los Ángeles, que hoy vas de fiel compañera iluminando el camino de uno de tus hijos, hazle que este camino con el que se ha cruzado su vida, sea dulce. Cédele tu LUZ en este tiempo, que sean los Ángeles los que velen cada noche por él, los que alivien su sufrimiento y dejen Cautivo al miedo...


Recuerda siempre David, que SIEMPRE brillará una LUZ. Ahora, mucho ÁNIMO en la más difícil de tus chicotás.

lunes, 24 de octubre de 2011

Nuevas Leyendas


Ayer el día se despertaba con la más triste noticia para los amantes del motociclismo. Marco Simoncelli nos dejaba, así, sin despedirse, con sólo 24 años de edad, mientras realizaba lo que más le gustaba. Un desafortunado accidente lo dejaba tendido en el suelo, con apenas un hilito de vida que se apagó en poco tiempo. 

Hoy, un día después aún no doy crédito y me parece increíble que haya podido suceder. Tal vez, cómo dijo Valentín Requena, estamos demasiado acostumbrados a ver como los pilotos se caen una y otra vez y se levantan como si nada, como si fueran de goma. Pero esta vez no fue así. Sólo un año y un mes después de que nos dejara en las mismas circunstancias Tomizawa, cuando aún tenemos el recuerdo fresco en nuestra memoria, se nos va otro de los grandes. Una joven promesa, que para muchos, era el claro y digno sucesor del gran Valentino Rossi.

No es justo, me repito una y otra vez. Puede que fuera un piloto polémico, que su pilotaje en muchas ocasiones no haya sido el más acertado, pero también lo es que era uno de los que nos hacía vibrar en cada carrera, de los que ponían el ingrediente de la emoción en cada curva, en cada chicanne. Ayer el paddock se vestía de nerviosismo mientras llegaba la terrible noticia. Marco nos dejaba para siempre. Ya no volveremos a ver su sonrisa antes de las carreras, no volveremos a sentir la emoción de verlo con su número 58 a la espalda. 

Y es que en ocasiones así, no importa en absoluto que no lleve los colores de tu país, sólo importa que se nos ha ido un joven ilusionado con su profesión, que ha pasado en sólo instantes, de ser promesa a leyenda.

Descansa en Paz, Marco.


viernes, 21 de octubre de 2011

Mi Ciudad Real de ayer y hoy

Me gusta la ciudad dónde he nacido y me ha visto crecer. Guardo especial cariño a sus calles, a sus barrios, a sus parques. De pequeña he pasado mis tardes entre los aledaños de la Plaza de Toros y el Cuartel de la Guardia Civil. De estos sitios, recuerdo el mercadillo que entonces se hacía allí, y las Fiestas del Pilar, dónde el Cuartel se vestía de gala durante varios días. 

Bajaba cada tarde a jugar a "La Plazuela" que no es otra que aquella placita dónde se encuentra la iglesia de San Juan de Ávila, dónde cada domingo asistía a misa de la mano de mi Yaya. En verano, se realizaban un montón de talleres de actividades.  Las noches de verano, nos bajábamos nuestras propias sillas plegables (la mía muy pequeñita, con un estampado de flores marrón, típico de la época) a los "jardinillos del cementerio" dónde había columpios de toda clase: toboganes, balancines, la "red araña"... y las mañanas de domingo tocaba ir a los "jardinillos de los soldaos", dónde jugaba mientras mi tía Mari leía el periódico que previamente comprábamos en el kiosko, con el correspondiente dominical. Recuerdo que allí me regaló mi primer libro, "Cuentos de Grimm". Muchas tardes de domingo íbamos al cementerio a ponerle flores a la tumba de mi abuelo, tal vez por eso a mi nunca me ha sobrecogido especialmente este lugar, cómo si lo hace a otras personas. Siempre lo he visto cómo algo normal. 


También recuerdo los días de lluvia, a través de la ventana de la salita de estar de casa de mi Yaya. Desde allí se divisaba un gran árbol que estaba al fondo del patio del cuartel, casi pegado a la ventana, viendo pasar los años. Me encantaba ese árbol, siempre estaba lleno de pájaros y podía escucharse su murmullo entre las ramas. En el patio del cuartel, siempre había muchos niños jugando al balón.

Otro de los barrios dónde he pasado muchos momentos ha sido el de la Morería, pues mis padres pasaban largas jornadas trabajando en el restaurante de mis abuelos, y mi hermana, mis primos y yo, pasábamos largas horas jugando en la calle, algunas veces en el patio del colegio Carlos Eraña, jugando a un 21 o a cualquier otra cosa. Nos encantaba la feria que tenía lugar allí a finales de junio, era de las más grandes de la ciudad.

En el Parque de Gasset, dónde se encontraba mi colegio, fue dónde mi hermana aprendió a montar en bici, de la mano de mi padre, y dónde yo pasé muchas tardes patinando en sus pistas, con mi amiga Mayte, a la salida del colegio, a las cinco de la tarde. También recuerdo cuando la feria se montaba allí, en sus paseos centrales. Yo era muy pequeña, pero tengo vagos recuerdos de aquello. Otras veces, preferíamos quedarnos en el barrio, jugando a la goma en alguno de sus callejones, Brunete mayoritariamente. Por las mañanas, antes de ir al cole, solíamos ir a comprar algo para el recreo a la tienda de Martín. Otras veces, la merienda la cogíamos en la tienda de Ana. También recuerdo las fiestas del colegio vecino, Hermano Gárate, cuando soltaban una vaquilla en el patio de enfrente de mi casa, y todos corrían delante de ella, muchos acababan revolcados por el suelo. También recuerdo la antigua estación de Renfe, tan cerquita de mi casa. 


Hoy miro atrás y veo tan cambiadas las cosas... Los jardinillos del cementerio han sufrido recientemente una profunda remodelación, seguramente a mejor, pero se me hace raro aún verlos así, al igual que los de los soldaos, dónde hace tiempo se derribó el antiguo cuartel de artillería. Al menos ahora se puede ver el Rectorado en todo su esplendor. El viejo árbol del cuartel testigo de tantas cosas, hace mucho que ya no está. En su lugar hay una especie de cochera dónde los guardias tienen sus coches, al igual que en todo el patio, ya no se ve un hueco libre, y los niños ya no tienen espacio para jugar allí. El mercadillo hace tiempo que cambió de lugar, ahora está en el barrio de la Granja, dónde llevaron desplazados a los vecinos de "Vista  Alegre", que con tanta premura tuvieron que salir de allí. Hoy, muchos años después, sólo encontramos en el lugar dónde se encontraban las casas de aquellas gentes, un enorme solar.


En el barrio de la Morería ya no hay fiestas, pasan desapercibidos los días que deberían ser grandes allí. Igual que en el Parque de Gasset pasa desapercibido ya el viejo edificio del colegio Ferroviario, que para mi, es el más bonito de la ciudad. Lo último que se escuchó fue que iba a ser destinado a museo de la semana santa, y hoy pasé por allí y con gran nostalgia vi cómo un par de operarios estaban tapiando sus ventanas con ladrillos y cemento. 

La tienda de Martín hace años que ya no está, la de Ana aún se conserva, debe ser ya de las pocas tiendas de ultramarinos tradicionales que quedan,  y las fiestas de los Gárate ya no son igual, ni los niños juegan por las calles tampoco.

Cada día veo cómo van desapareciendo los lugares dónde yo crecí, me pregunto a veces si sigo en la misma ciudad o me he mudado. Y si, me mudé hace dos años ahora. A un barrio de las afueras, dónde hasta hace aproximadamente un año, no hemos tenido línea de teléfono, ni de autobús. Ni siquiera estaba el acerado terminado para llegar hasta aquí andando, era una odisea. A la entrega de llaves, todo muy bonito, la foto para el periódico (pues son pisos de protección oficial) y ya está todo hecho. Así hemos estado olvidados hasta hace bien poco, cuando se acordaron que sería bueno que pasaran autobuses por aquí y que pudiéramos estar comunicados. Para alguien cómo yo, acostumbrada a tener todo a excasos 500 metros de mi casa, estar así ha sido difícil, la verdad. De los problemas que hemos tenido con el piso, mejor no voy a hablar ahora, porque no procede, sólo diré que de estas cosas ya no se acuerdan los que luego salen en las fotos.

Somos testigos a menudo de cómo van desapareciendo nuestros recuerdos, derribados sin piedad por grandes gigantes de hierro. No sé la cantidad de solares que puede haber en el centro de nuestra ciudad, esperando, algunos ya muchos años, a que construyan algo, o en el mejor de los casos, pongan un castillo hinchable, que total, para reemplazar un edificio de pueblo del siglo XIX, lo mismo da... Ironías aparte, me pregunto quien pone precio a nuestros recuerdos, quien juzga el valor histórico de unos muros que poco a poco van desapareciendo.

Me pregunto también últimamente cuanto tardarán en derribar la vieja librería Aspas, dónde a buen seguro todos hemos comprado un libro alguna vez. Todo allí tenía sabor a rancio, incluso su dueño, que me recordaba a la tienda de antigüedades de la película de los Gremmlis, la cuál me encanta, por cierto.

La cultura y las tradiciones cada vez se fomentan menos. Lo último ha sido el concurso de belenes, organizado cada año por nuestro Ayuntamiento. Nunca entendí cómo el jurado de tal concurso se podía componer del pandorgo de turno de cada año, el hermano mayor de una hermandad de gloria, y algún funcionario del área de festejos, con todos mis respetos a cada uno de ellos, claro. Pero en mi ética no entraría formar parte de un jurado en un concurso de bolillos, por ejemplo. Este año, cuando aún no se han hecho efectivos los premios en metálico del año anterior, recibimos la noticia, de que el próximo premio sólo consistirá en el tradicional icono. Yo no me considero belenista, pero algo entiendo, y sobretodo, se del esfuerzo que supone realizar un belén. Porque hay una diferencia muy grande entre "montar un belén" y "hacer un belén" y seguro que más de uno sabéis de lo que hablo, cuando pasado San Antón, desmontáis el vuestro y empezáis a realizar construcciones para el del año siguiente.


Tampoco se fomenta ya el arte de la fotografía, y este si que me afecta más directamente. Me da mucha lástima mirar a los pueblos de alrededor y ver cómo todos apuestan por ella con diferentes concursos, exposiciones, certámenes... Qué diferente es esto en mi ciudad desde hace unos años. 

Creo que aquí un concejal de cultura lo tiene que pasar realmente mal, pues lo paso yo cómo ciudadana. Es cierto que siempre que hay una crisis de dónde primero se recorta es de estas cosas, y comprendo que antes de tocar servicios sociales, sanidad o educación, le toque a la cultura. Pero espero que las medidas sean iguales para todos, y que no sólo se empleen con los pequeños colectivos cómo es el caso de los belenistas.

Actualmente vivimos en una Ciudad Real dañada gravemente por la mano del hombre. Rabia es lo que siento cuando veo fotografías antiguas y descubro ese encantador Ayuntamiento, esa calle Ramón y Cajal o la tradicional Alarcos. Ese empedrado del suelo, que hasta hace unos años, podríamos ver en el barrio de Pio XII, dónde estaba el cine de verano y el antiguo hospital de Alarcos, otro edificio del que aún no sabemos cuál será su destino. Ojalá no acabe hecho añicos, moriría con él otro de mis recuerdos de infancia: cuando iba muchas tardes al costurero a esperar a que mi abuela terminara de trabajar. 

Tampoco sabemos muchas veces cuando paseamos por nuestra ciudad, si nos encontramos ante una iglesia, una cochera o el edificio de Correos. Los nuevos arquitectos o los encargados de diseñar estos lares, no creo que hayan rezado mucho, pues las iglesias más recientes, invitan poco a ello. Siempre me he preguntado cómo antiguamente, sin máquinas, solo con mano de obra, se han construído grandes templos y catedrales, y ahora, con mucha más tecnología, vemos iglesias que se nos hace complicado incluso hasta identificarlas cómo tales. También habría que hablar de las restauraciones que han sufrido nuestras iglesias más queridas a lo largo de las últimas décadas, pero eso lo dejaré para otro momento. 


Hoy por alguna extraña razón, me ha invadido la nostalgia, y me he puesto a pensar en todo esto... Tal vez me haya resultado duro ver cómo tapiaban las ventanas de mi antiguo colegio... Pero esta es mi ciudad, a la que quiero y la que me duele.

jueves, 13 de octubre de 2011

Las huellas de la Fe



A veces necesitamos aferrarnos a algo para seguir caminando, para no desfallecer, para levantarnos de la caída. Y a menudo, es la Fe la que nos mantiene vivos, la que nos da esa fuerza necesaria para sobrevivir. 

domingo, 9 de octubre de 2011

Vino en Primavera como una flor...


Oyes como late su corazón
que fue parte de ti
vino en primavera como una flor
y te hizo tan feliz.

Que ahora vives para amar
a quien te vino a visitar
una mañana y se ha quedado
para que...
le des todo tu amor
y encuentre siempre tu calor
para que tenga tu cariño
y tu ilusión.

Es lo más grande de tu ser
el que te hizo sentir mujer
y hasta la vida darías por él.

Comparte cada amanecer
te alumbra cada atardecer
y ahora no sabes lo que harías sin él

Abrió la puerta de tu vida una mañana
y se quedó.

Oyes como late su corazón
cuando está junto a ti
su sonrisa el cielo que iluminó
tus mañanas de abril.

Su mirada contempló
tu cara por primera vez
una mañana y se ha quedado
para que
le des todo tu amor...

jueves, 6 de octubre de 2011

La inocencia



Los bebés, seres pequeñitos recién llegados a la vida, están cargados de inocencia. Sonríen porque les sale de dentro, y lloran porque lo necesitan. No entienden de daño, ni de maldad. Son capaces, aún sin saber hablar, de decirte todo con una tierna mirada, con una sonrisa. Se aferran a nosotros fuerte, y todo les sorprende, todo les llama a la curiosidad.

Las personas adultas, somos tan diferentes... Encontramos la maldad escondida en los más inhóspitos rincones, allá dónde no esperábamos. La inocencia de algunos tal vez se quedó atrás, cuando se dan los primeros pasos sobre suelo firme, cuando eres capaz de sujetarte por ti mismo. Me hace gracia cuando un bebé comienza a dar sus primeros pasos, casi tambaleándose, con la sensación de que se va a caer en cualquier momento, pero él sólo quiere avanzar, caminar. Cuando crecemos, a veces nos olvidamos de esa mano que nos enseñó a caminar. Y nos caemos una y otra vez, cómo cuando éramos pequeños. 

La vida está cargada de sorpresas, unas veces, no las esperas por malas, otras, por buenas. En ella encontramos personajes de todo tipo. Una vez, escribía una carta a unas personitas a las que quiero mucho, explicándoles que la vida era cómo subirse a un tren. No sabemos cuando ni cómo acabará el viaje, pero vamos parando en cada estación. Todos tenemos un vagón asignado, y en él se van subiendo viajeros en cada estación. Unas veces, es para quedarse a nuestro lado y formar parte de nuestro viaje siempre. Otras, se bajan en alguna estación, tal vez porque no eran idóneos por estar a tu lado, o porque han preferido subirse a otro tren, elegir otro vagón y otros compañeros de viaje.

La inocencia de los bebés hace que tengan ese brillo especial en los ojos, en que todo les haga ilusión y sean capaces de sonreír por la cosa más sencilla del mundo. A veces todos nos sentimos un poco bebés, cuando se enciende de nuevo ese brillo en nuestros ojos y volvemos a tener ilusión por algo. Otras, la magia se rompe, y las miradas brillan, pero esta vez, perdidas en el horizonte infinito, sin rumbo fijo, pensando tal vez, en quién se sentará a nuestro lado en la próxima estación en la que pare nuestro tren. Lo peor es cuando en tu vagón, por extrañas circunstancias que no llego a comprender, se sientan personas que poco o nada tienen que ver en él. Te las encuentras allí, y ves que hace tiempo que perdieron la maleta de la inocencia. Ahora llevan una más grande, cargada de rencores, de envidias, de falsedades... 

Es inverosímil, pero están ahí. Tal vez porque en el tren "caben todos" o tal vez porque no llegó antes otro tren dónde subirse y cogieron el primero que paró ante ellas. No les gustan los trenes, ni siquiera viajar. Pero están ahí porque... Ni yo lo sé. Porque no tenían nada mejor que hacer, tal vez. Con el tiempo, ellas mismas se dan cuenta de que ese no es su sitio.

Los bebés comienzan el viaje con una maleta cargada sobretodo, de mucha ILUSIÓN. Son la nueva esperanza de cada tren, el reflejo puro de la INOCENCIA. Luchemos para que nada ni nadie les quite jamás estos dones, para que nunca sepan el significado de la palabra maldad, para que nunca sepan de sufrimiento... Porque nos traen con cada sonrisa, un trocito de PARAÍSO.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Mi pequeño Polo desde el 50 mm




Hace tiempo que no le dedico una entrada... Qué os voy a decir de él, aparte de que le adoro. Nunca imaginé que estos animales podrían ser así, tan sociables, tan cariñosos, tan entrañables y tan llenos de vida y alegría. 

El otro día, probando el 50mm f 1.8 de mi amigo Jorge, le realicé estas fotografías. Una vez más, me sorprende gratamente esta lente, que en condiciones no muy buenas de luz, te da unas prestaciones geniales. El bokeh, además es una maravilla, así el único centro de atención es Polo, sin distracciones ningunas de fondos. Creo que me estoy "enganchando" cada vez más a esta lente. Me encanta.