Va pasando el tiempo y sigo sin sentir ese gusanillo de cuando se acerca. Me sumerjo en mi indiferencia, no solo sin echarlo de menos, si no echándolo de más. Será porque en la vida, todo es cuestión de prioridades, de momentos. Será por los desencantos o tal vez por la pérdida de la fe en las personas. Pero la responsabilidad es solamente mía.
Me preguntan qué me ha pasado y no hay una razón concreta. Simplemente desilusión. Tal vez me he dado cuenta que mi vida es más plena sin todo ello. Que soy más feliz desde que veo todo con la óptica de la distancia. Será que me he dado cuenta que no lo necesito. Que ya no me motiva siquiera apretar el disparador y fotografiarlo. Será que me pueden otras preocupaciones.
Y es que al final, lo que hace que permanezcamos o no en un lugar, son las personas. La amistad. Y todo gira entorno a ello.A menudo me pregunto por qué dónde se supondría encontrar a las personas más limpias de corazón, no nos encontramos si no, todo lo contrario. Falta de pulcritud. Juego sucio. Armas que no se empuñan con las manos, pero que son mucho más peligrosas, pensamientos huérfanos de piedad.
Tal vez esa sea la razón de mi distanciamiento. Aunque a la vez, es la causa de que aún permanezca. Porque a Dios gracias, el corazón pulcro que te encuentras, no se resquebraja con la moneda del interés, si no que se afianza con la de la bondad.
No se si mi óptica de la distancia será eterna o efímera. No podría presagiar cuánto tiempo más la tendré puesta. Solo se que a veces es necesaria. Que la dulce paz que se celebra en un día cómo hoy, aborda mi alma y la llena de tranquilidad.