El tiempo se congela cuando me paro a mirarte. Alzo la vista al retablo, y recuerdo aquella tarde... Entre la pasión de un Domingo, cuando recorrías nuestras calles, siendo Fe de un pueblo que no deja de aclamarte. El clavel que va a tus pies sueña con poder besarte, y el iris... El iris se conforma con tan solo rozarte. Entre cuatro faroles eres el Dios al que siempre quise rezarle. Mirada serena, asumiendo la voluntad de tu Padre. Y tu rostro pura dulzura, sosiego y fiel semblante. Caminas silente en una Madrugá de arte, cuando solo habla el silencio y se aprecia más el detalle.
Se para el reloj... se acerca el momento clave. Me postro ante tus pies y espero que de nuevo bajes. Que te vea más cerca y camines por un pasaje. Que bendigas al que te reza, y también al que te ciñe el talle. Que la Gloria sea manchega cuando recorras las calles. Espero ver tu perfil, y que saetas te canten. Que suene ya la banda cuando la puerta se abre.
Hoy la espera se vuelve morada nostalgia, y anhelos para soñarte. Te llevo entre mis adentros, Nazareno de dulce semblante. Eres el Dios de mi pueblo, el que a los pies le llora mi Madre.
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