Quizá este es el año que menos sentimientos o emociones he derramado en mis paraísos. Seguramente ha sido por las circunstancias que me han desmotivado y me han provocado una desgana horrorosa a la hora de escribir o contar historias a través de mi objetivo. Tal vez porque me faltaban las palabras y mi cámara quedó guardada en la mochila saliendo solo en momentos puntuales. O quizá porque la luz no brillaba como antes.
A veces pienso que se me ha encasillado demasiado en la fotografía cofrade, algo que ha sido tan importante en mi y que creo que lo seguirá siendo. Pero con el tiempo, te das cuenta de ciertas cosas y aprendes muchas lecciones. Quizá sea que por los desengaños, este ámbito ya no me motive para congelarlo con mi objetivo, al menos por el momento. Ahora prefiero disfrutar de los instantes tan magistralmente captados por mis incansables amigos en sus blogs o redes sociales: Lalo, Jorge, Ángel, Miguel, José Luis, Monty, Magdaleno, Juan Carlos, y una recién llegada a esto del objetivo cofrade que promete mucho: Laura (¡mujeres al poder!)
Pero quiero pensar que comienza una nueva era, y que a partir de ahora todo cambiará positivamente. Puede que el paseo por aquellos puentes de madera que cruje al pisar sobre ellos fuera el culpable de despertar mi "hambre de fotografía" y cómo muestra un botón.
Y es que hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto tras el objetivo, y he de decir que me llena el alma, sobretodo, si la que fotografío, es la misma vida en todo su esplendor. Soy de las que piensan que cuando algo no te motiva, cuando no te ilusiona, mejor dejarlo el tiempo que sea necesario hasta que te encuentres con la energía renovada para volverlo a retomar.
Desconectar de la rutina, respirar aire nuevo y volver con las pilas cargadas se hace necesario. Y aquí estoy, dispuesta de nuevo a descubrir la luz de nuevos paraísos cada vez que mi tiempo me lo permita.
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