miércoles, 2 de septiembre de 2015

Te fuiste para quedarte

El tiempo pasa apresurado siempre. No se detiene ni para mirar hacia atrás. Hay quién dice que todo lo cura, o en su defecto, te enseña a vivir con esas ausencias. Yo creo que ni una cosa ni la otra. Simplemente, te hace aceptarlo. Pero nunca se deja de echar de menos a alguien que se ha ido demasiado pronto.

Hoy hace un año de uno de los días más difíciles en mi vida. Del día que te fuiste, mi pequeño gran amigo. Aquella mañana se me clavaron mil puñales en las entrañas, y no me lo conseguía creer. Se que muchos no lo entenderán, pero me da igual. Quién no lo haga, es que nunca ha conocido el amor en toda su plenitud. El que te dan sin esperar nada a cambio. Y ese amor tan bonito es del que tú nos llenaste durante seis años. 

Te he querido y te querré más de lo que lo haré nunca a la mayoría de personas que han pasado por mi vida. Y es que aunque te marchaste hace 365 días, tú siempre quedarás. 

No hay ni habrá un sólo día en el que no nos acordemos de ti. En el que no mire hacia tu rincón con nostalgia, o espere llegar para volver a verte. Aún son muchas las veces que mis labios pronuncian tu nombre inconscientemente, pensando, aunque sólo sea por unas décimas de segundo, que vas a aparecer. 

Muchas veces me pregunto si sabrás cuánto te echamos de menos... Seguro que si, porque no concibo que haya un lugar mejor en alguna parte, sin los seres más nobles y buenos que existen.

Querido amigo, echo de menos tus besos en mi nariz, tus saltos en mis piernas o tus carreras por la alfombra. Echo de menos tu forma de tumbarte encima mía y de quedarte dormido, o tu manera de llamar mi atención cuando estaba haciendo otras cosas. Echo de menos tus ojitos saltones cuando olías el pan tostado que tanto te gustaba, o lo que corrías cuando nos sentías partir un trocito. El sonido que hacías al beber agua y lo nervioso que te ponías si se te mojaban los bigotes. 

Y sobretodo, echo de menos tu bondad. Ese sexto sentido que afloraba cuando tenía un mal día, para darme aún más cariño. Tu nobleza, que hacía que viera mejor las cosas buenas de la vida. Tu fidelidad, siempre ahí, en cada momento. Tu cariño incondicional. Echo mucho de menos tu alegría. Y la felicidad que nos regalabas en cada instante.

Hoy, y siempre...Te quiero, mi pequeño Polo. 


No hay comentarios: