domingo, 21 de agosto de 2011

‎"Hemos vivido una aventura juntos. Gracias por vuestra alegría" Benedicto XVI


Ahora que acaba de finalizar la JMJ, me gustaría hacer una reflexión antes de que pasen los días y se enfríen las cosas en mi cabeza. He de reconocer que no veía yo muy claro este tipo de encuentros o jornadas, que no sabía bien que se pretendía con ellas y no las entendía. Me parecía, por qué no decirlo, algo "friki" sólo para radicales ultracatólicos y conservadores. Ni siquiera comprendía por qué se tenían que llevar los pasos de diferentes ciudades a Madrid. No me cuesta reconocerlo, pues es justo reconocer nuestros errores.

Tal vez por mi ignorancia no me interesé especialmente por "esto de la JMJ" hasta que no empecé a ver en los medios la repercusión que tenía. Y cuál fue mi sorpresa al empezar a ver cómo venían a nuestro país miles de jóvenes de todas partes del mundo con un mismo fin, con un mismo sentido, con unos mismos valores aunque fueran de diferentes culturas.

En una época en la que están de moda otras cosas muy alejadas del cristianismo, a mi me ha llenado de emoción y orgullo el ver a casi dos millones de personas gritando y proclamando su Fe en Cristo a los Cuatro Vientos, sin avergonzarse para nada de ser católicos, del Señor y de tener la Fe cómo pilar y base en sus vidas. Y me ha hecho reflexionar mucho, reconocer mis errores, arrepentirme e intentar aprender de ellos.

También es cierto que Benedicto XVI no "me inspiraba" esa confianza o cómo se le pueda llamar que tenía Juan Pablo II. Igual estoy siendo demasiado clara, pero necesitaba hacer esta reflexión. Tal vez los seres humanos tengamos la mala costumbre de comparar siempre todo, y Juan Pablo II era tan entrañable, tan bueno... que cualquiera me hubiera parecido peor. Quizás porque ha sido el Papa de mi infancia, de mi juventud, de casi toda mi vida. Y se que no he sido justa.

Pero esta JMJ que he seguido por tv cada minuto me ha hecho darme cuenta de muchas cosas, de muchos errores, y me ha hecho ver a un Papa mucho más cercano de lo que yo creía, más humano y también, cómo Juan Pablo II, más entrañable. Me ha gustado mucho verle sonreir, ver su cara de felicidad al ver a los casi dos millones de jóvenes aclamándole, debe ser indescriptible lo que ha sentido. Me han gustado sus gestos de complicidad, su cercanía con todos, ya fueran jóvenes, religiosos y religiosas (destacable el encuentro con Sor Teresita) discapacitados, y también con mis queridos Reyes de España, los mejores anfitriones que puede tener un país.

Me he emocionado en varias ocasiones al ver la felicidad que irradiaba la cara de miles de personas. Me parecen admirables los que han aguantado horas y horas bajo un sol de justicia sin importarles el cansancio, el calor, la sed... Me ha encogido el corazón ver a un hombre de 84 años, arrodillado durante minutos ante el Señor. Porque en ese momento, cómo Jesús, se hizo más hombre que nunca.

Y es que nuestra Fe católica es tan grande que ha movido no sólo montañas, si no continentes y océanos enteros para congregar a todos en la que durante unos días ha sido la capital mundial del cristianismo. Ahora, más que nunca tenemos que sentirnos orgullosos de ser cristianos, de vivir nuestra Fe, de seguir a Dios.

Para mi la JMJ no se resume en 15 pasos por las calles madrileñas. Eso sólo fue un acto más. Para mi, la JMJ ha sido el ambiente que se ha vivido allí y que ha llegado de una forma u otra a todos nuestros hogares, ha sido la cara de felicidad de miles de personas, ha sido la sonrisa de Benedicto cuando una tormenta le volaba el solideo y los jóvenes no paraban de cantar y aclamarle. Ha sido ver las calles de todas las ciudades españolas recorridas durante días previos por la cultura universal, ha sido ver cómo precisamente culturas completamente diferentes se unen en la misma Fe. Ha sido escuchar las voces emocionadas de mis amigos Lalo y José Luis, ha sido la ilusión de Fran enseñándonos su mochila... Y por supuesto ha sido ver cómo dos millones de personas se arrodillan y guardan silencio cuando el Señor se hace presente.

Tal vez me he sincerado demasiado, tal vez haya quién piense que he soltado un sermón y que no viene a cuento. Pero necesitaba hacer esta reflexión que llevaba dentro. Reconozco mis errores, mis fallos y cómo he dicho, espero aprender de ellos. Nunca me he avergonzado de mi Fe y nunca lo haré, pero si intentaré hacerla más fuerte cada día.

Gracias a los que os habéis dejado la piel organizando todo esto. Ha sido impresionante la capacidad logística que se puede mover en un evento así. Ha sido una auténtica aventura en la que habéis transmitido vuestra alegría a todo el mundo. Y gracias por darnos a todos una lección de humildad, por ser un ejemplo.

Ahora es momento de seguir las palabras del Santo Padre: "No os avergoncéis del Señor" Tenemos que proclamarlo más que nunca, no esconderlo, llevarlo orgullosos siempre en nuestras vidas, igual que orgullosos nos vestimos nuestras túnicas nazarenas los cofrades.



Tus acciones te definen...


 

6 comentarios:

Mada dijo...

Realmente Sonia, una experiencia de este tipo, ver al Papa, aunque sea de lejos, sentir su presencia, sus palabras, la cercania de la gente aunque fuese del Congo, de Brasil o de Estados Unidos, ya te digo para mi y mi familia ha habido un antes y un despues de esta JMJ.
Felicidades y excelente entrada.

Fran dijo...

Me ha encantado Sonia. Ojalá y algún día puedas vivir con nosotros experiencias tan bellas como ésta. Yo se lo pedí al Señor en esa Vigila en Cuatro Vientos. Me acordé de todos vosotros para que el Señor nos siga acercando y hacernos fuertes.
No te avergüences de nada lo más bonito es reconoce en qué nos equivocamos.
Y nunca te avergüences de él y de su Iglesia adificada alrededor de los sucesores de aquel pescador que se llamaba Pedro.
¡Gracias!

La_Crivi dijo...

Para mi también ha habido un antes y un después, Magdaleno. Emociona ver a tanta gente compartiendo una misma ilusión, un fin. Para que luego digan que se están perdiendo los valores en nuestra sociedad. Dos millones de personas no pueden estar equivocados...

Fran, me he acordado mucho de vosotros viendo todo. La verdad es que se me han contagiado muchas cosas de los peregrinos llegados de todas partes del mundo y aunque no se si yo tendría tanto aguante físico para soportar todo lo que habéis pasado, si me gustaría vivir un poquito de cerca algunas de estas cosas.

Sois un ejemplo para mi, me siento muy orgullosa de tener amigos cómo vosotros dos. Firmes en la fe :D

Lady dijo...

:) Una entrada preciosa. Abrazos.

Nazarenos de Luz dijo...

realmente sobrecojedor seguir el fin de semana por televisión, pues yo no estuve allí, aunque sí gente muy cercana, y aunque también soy exceptico, pero agradezco a todo voluntario que entrega la vida por la Iglesia, testimonio y esfuerzo, ya que la grandeza de la misma está en los dones que nos confía el Espíriyu Santo y eso nos hece grandes.
Pero no nos engañemos que aunque fue realmente precioso y espectacular esa no es la realidad de la Iglesia, al menos de la que yo frecuento y de la de mi ciudad y sus pueblos, tanto por la feligresía como por sus ministros, pues bien dijo Benedicto en La Almudena, que fueran ejemplo y testimonio, igual que a los jóvenes dijo en Cuatrovientos que no podemos separar a Jesucristo de la Iglesia y es que sabe bien, que esa es la gran tendencia y el gran pecado de todos los que formanmos la Iglesia y como mantengo vivas muchas esperanzas a pesar de las tormentas, confío en que este encuentro sea un soplo de aire fresco para la Iglesia, que con el via crucis se haya demostrado que la catequesis de las cofradías aún sigue siendo necesaria y que los jóvenes algún día coreen "Esta es la juventud de Cristo" que yo lo eché de menos.
y que nosotros no nos avergonzamos de Cristo, pero hay quien muchas veces nos hecen ocultarlo.

La_Crivi dijo...

Llevas razón, Juan Carlos. Ojalá esta JMJ no haya sido sólo un espejismo que se esfuma con el tiempo y pronto pueda ser fiel reflejo de la realidad. Ojalá TODOS tomen en cuenta las palabras del Santo Padre y NADIE se avergüence del Señor. Ahora más que nunca debemos mostrarlo a los demás, pasearlo por nuestras calles con más orgullo que nunca, no esconderlo en furgones o habitaciones. La catequesis pública que dan las hermandades es necesaria en nuestra sociedad y ha quedado demostrado con ese excepcional viacrucis. Ojalá nuestra diocésis, que es la que nos ha tocado vivir, sepa aprovechar los recursos que tiene de una vez, y al igual que nosotros, siga las palabras de Benedicto XVI.