domingo, 18 de septiembre de 2011

Querido Abuelito


Permíteme llamarte así, pues es cómo siempre la Yaya se refiere a ti,  aunque cuando yo llegué, tú ya hacía mucho que te habías marchado, pues te fuiste demasiado joven. Tanto, que apenas tus hijos pudieron conocerte. Papá es el que me ha hablado un poco más de ti, pero aún así, era muy pequeño entonces. 

Hoy hace ya 44 años que te fuiste, me lo dijo la Yaya el otro día. Quiero que sepas, aunque lo habrás visto desde ahí arriba, que nos has dejado la mejor de las herencias: una gran familia. Para mi, la mejor. La Yaya ha trabajado muy duro para sacar adelante a Laura, María Jesús y a papá. Tuvo que hacer muchos esfuerzos cuando se quedó sola y luchar bastante. Después fuimos llegando los demás, y también ha estado al pie del cañón siempre, aunque por suerte, nosotros tuvimos muchas más facilidades.

Me hubiera gustado mucho poder conocerte, pues se más bien poco de ti. Recuerdo cuando era pequeña y cada semana iba con la Yaya a dejarte flores. O cuando las noches de verano mirábamos las estrellas desde los jardinillos, y siempre me decía que la tuya era la que más brillaba. Te imaginaba ahí arriba observándonos. Aún hoy, busco siempre la estrella que más brille y me acuerdo de ti.

Me hubiera encantado que me contaras historias de tu juventud, cómo hace la Yaya a veces. O que me contaras historias del tren, de tu vida ferroviaria. Ya sé que antes las estaciones eran más bonitas, incluso los paisajes desde la ventanilla han debido cambiar mucho. 

Ojalá hubieras podido disfrutar de tu familia, y nos hubieses conocido a todos los que hoy la formamos y la hemos ido ampliando.¡ Hasta serías bisabuelo! 

Sólo me queda decirte, que espero estés orgulloso de nosotros ahí arriba, del legado que has dejado. Gracias por regalarnos esta magnífica familia.

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