lunes, 6 de septiembre de 2010

En Alcalá tuvo que ser...




















Viernes por la mañana. Javi me recoge y ponemos rumbo a Sevilla, desde dónde me iré al paraíso de Alcalá de los Gazules con Olga. Llegando, nos fijamos en un cartel que indicaba el camino al Santuario de la Virgen de los Santos, e inevitablemente, nos acordamos de nuestro amigo Lalo. Llegamos al pueblecito blanco, en lo alto de una montaña. Cientos de caballos y toros a los lados de esa carretera comarcal, y por fin, llegamos al lugar dónde se nos promete el paraíso.




Largas horas de espera por la noche, dónde compartimos anécdotas y mil historias con gentes de otros lugares de la geografía española. De repente, un resquicio de esperanza nos hace sentir a Ale muy cerquita nuestra, y sin pensarlo subimos a rezarle a aquella Virgencita de los Santos. Después recorriamos las calles de ese pueblecito, con una ilusión que se iba apagando poco a poco.




Las 4 de la madrugada, y sin poder dormir. Mucho frío, ruido, gente molestando...Y así vimos pasar las horas, y un bonito amanecer. Una duchita fresca y de nuevo, horas de espera, esta vez, con un sol que no nos dejaba, y un viento de levante un tanto desagradable. Casi tanto como el poco respeto y la falta de educación de gente de la que no merece la pena ni hablar.




Y por fin, llega la hora. Noche de estrellas en Alcalá, y una que brilla con luz propia. Un firmamento entero para él, de dónde salen grandes artistas y amigos rodeándole en una noche tan especial, dónde nos reunimos sus dos familias. Y así, fueron desfilando grandes promesas como Sara Vega o Lya, una joven artista que consiguió meternos en el bolsillo con su humildad, y después, junto a el maestro, otros ya consilidados, cómo el genial Manu Carrasco y su interpretación de Cuando Nadie me ve con Ale, David de María con su arte en Desde Cuando, o Junior con un impresionante rap sorpresa en Mala.




Y si, Alcalá, entonces... hubo concierto. Y qué concierto. Tú fuiste el hogar, y nosotros los invitados. Tú le acariciaste con tu levante, y el con su voz. Tú acogiste a ese niño con cara de pillo que corría por tus callejuelas, y el te entregó su alma. Tú le entregaste tu magia, y el su ilusión. Tú le recibiste con los brazos abiertos... y él se dejó abrazar.




El sueño se hacía realidad por momentos, cuando después de tantas horas, tanta espera y tanto agotamiento, pude sentir su piel. Su brillo en los ojitos, y su sonrisa. Casi creo haberlo soñado, y de nuevo el me sorprende con sus gestos...



Yo también te quiero, Alejandro. Gracias por tanto.....Se me acaban las palabras. Espero que siempre puedas seguir acariciando mi letra.




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