Hace tiempo que no escribo de Ti, aunque te lleve presente cada día. Han pasado muchas cosas, y han sido varias las ocasiones en las que pretendí escribirte con la sangre más caliente que fría. Me he preguntado en numerosas ocasiones el por qué de tantas cosas, pues no entiendo esa especie de mirada fría de algunos cuando se pronuncia tu nombre. No he sabido comprender por qué hay quien solo se empeña en ver el mal, en tirar piedras contra tu casa, y en no reconocer lo evidente.
Pero no es tiempo de hablar de eso. Tu semblante sigue teniendo la misma serenidad de siempre, pero es en esta era en la que un ejército de buenos cirineos han sabido postrarse a tus pies, como esa rosa fresca, como ese clavel que sueña con solo rozarte, con el único fin de hacer suya tu cruz. Y mañana se abre una nueva etapa, pero siguiendo el camino marcado.
Paz es la palabra con la que se podría definir el estado de lo que para mi es, algo más que una hermandad. Mi casa. Mi gente. Mis ilusiones. Los míos. Nada puede perturbar esa tranquilidad, pues cuando el trabajo es bien realizado, por gente de buen corazón, el amor es lo que predomina. Y eso, es lo que hace que a día de hoy, el morado sea algo más que un color. Dejando a un lado lo material, esto es el concepto de verdadera HERMANDAD con mayúsculas. Latiendo a un mismo ritmo, unidos por el espíritu de la fraternidad, sacando lo mejor de nosotros mismos.
El camino continúa...
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