martes, 27 de octubre de 2009

Internados de otros tiempos






A veces es necesario que la caja tonta nos recuerde que para los nuestros hubo una época en la que no todo era tan fácil como ahora. El "Curso del 63" me ha hecho saber de una manera más real las mil anécdotas que me contaban mis tías sobre sus años en distintos internados españoles. Cuando murió mi abuelo ellas eran muy pequeñas, y mi abuela, la pobre no tenía apenas dinero ni para comer, con lo que, con todo el dolor de su corazón, las tuvo que mandar internas a los colegios de huérfanos de ferroviarios que había antiguamente. Alicante, Torremolinos, Palencia... y así hasta que mi abuela a fuerza de aguja y dedal consiguió traerlas de nuevo con ella.
Pero si en algo me recuerda este "curso del 63" a mis tías, especialmente, es a mi tía Laura. Por entonces, era un poco revolucinaria (entiéndase "revolucionaria" por aquella época, en la que ni por asomo se le ocurría darle una mala contestación a una monja) Siempre ha sido un poco olvidadiza, y bastaba con que una monja le dijera que se tenía que hacer dos coletas para cenar, para que ella llegara con el pelo suelto y le tocara cenar fuera del comedor y de pie. Esto me lo contaba ayer mismo. O su curiosidad por saber cómo era el office de las monjas que le costó más de un castigo.
Mientras para mi tía Mari era un trauma y un llorar continuo el estar allí, lejos de su madre y encerrada, mi tía Laura se lo tomaba con mucha más filosofía. Era optimista por naturaleza, y se preocupaba de disfrutar al máximo de lo que tenía y le ofrecía la vida en cada momento. Ella apenas conoció a mi abuelo, esto tiene su lado negativo, porque apenas se acuerda de el, pero tal vez también tuvo su lado bueno al no ser tan traúmatico para ella.
Después de sus años de internado, volvió a Ciudad Real, dónde mi abuela, tras venir de Albacete, ya tenía su piso propio, y finalizó sus estudios de administrativo en los Salesianos Hermano Gárate. Aún recuerdo en las fiestas, cuando me llevaba de la mano a "la vaquilla" que soltaban en el patio, y veíamos a mi tío (por entonces novio de ella) correr delante de ella con algún que otro revolcón. También recuerdo las horas que se pasaba enseñándome canciones y grabándolas en aquel viejo cassette negro que aún ronda por casa de la Yaya. O las tortuguitas que me compraba y que a todas bautizabamos como "Casimira". Y cómo olvidar los ratos en los "jardinillos de los soldaos" o en la "plazuela", o las tardes de lluvia haciendo construcciones con las piezas de los lego.
Ella siempre ha estado cerca de mi, confidente en muchas ocasiones, pañuelo de lágrimas en otras, y compartiendo miles de sonrisas en muchas más. Por eso hoy, me apetecía dedicarle este trocito de mi blog. Porque algún día me encantaría ser tan buena persona como ella, por ser una gran tía, una estupenda madre, una hija genial y la mejor hermana.
Te quiero, Laura.

1 comentario:

Maria Jesus dijo...

ala, vaya dedicatoria, esto del curso del 63 va a ser cuestion de verlo, porq a todo el mundo le recordamos nuestra infancia de internado.
Llevas razon Laura es pespecial, yo siempre he definido asi a los 3 hermanos.
Paco todo corazon
Laura, corazon, corazon, corazon
Y yo solo cabeza, que le vamos a hacer.