miércoles, 7 de octubre de 2009

Un ángel más en el cielo



Todos esperabamos ya la triste noticia... pero aún así nunca te haces a la idea de ello. Anoche mi hermana me dijo que ya había sucedido. La verdad es que aún no soy capaz de creérmelo, igual que no me imagino cómo estabas los últimos años. Me lo contaban y se me saltaban las lágrimas, pues era incapaz de creer que una persona que estaba llena de vida y alegría ya no recordara ni la cara de su gente querida. No conocías a nadie, y no sabías muy bien lo que hacías... Enterarme de todo esto, aun estando a tantos kilómetros, me hizo sentirme muy triste.
Por eso prefiero recordarte como tú eras. Recordar tu delicioso arroz con leche, y las torrijas que nos hacías en semana santa. Las horas que pasabas haciendo punto para que todas tuvieramos patucos y jerseys. Tus crepes, tus croquetas... Tus idas y venidas desde Santander. Tus excursiones con la Yaya a Alicante, Valencia y tantos otros sitios. Tus palabras siempre llenas de cariño, pues nunca escuché de tus labios una regañina ni una mala frase. Las largas tardes de parchís en las que nadie te ganaba.
Y cómo olvidar aquel viaje a Santander contigo con sólo 9 años. Aún recuerdo la antigua estación, y las largas horas de aquel tren que tenía hasta camas. Aunque allí tenías tu casa y formaste tu familia, gran parte de tu corazón lo tenías en esta tierra manchega. Tú fuiste la "culpable" de que Mari y Laura ya no quisieran veranear en otro sitio que en aquel pueblecito del norte llamado Suances. Recuerdo cuando me enseñaste el bosque y fui a coger moras.
Sabía que te irías y no te iba a ver, que no iba a despedirme de ti... pues ya no recordabas. Por eso prefiero guardar ese último recuerdo de la última vez que viniste, hará unos 7 años. Sentada en una terraza del torreón con la Yaya, y desprendiendo la misma alegría y vitalidad de siempre.
Ahora se que ahí arriba hay un ángel más que nos cuida. Gracias por tantos años de dulzura, de cariño, de ilusiones compartidas... Gracias por esas miradas de azul del mar y esas sonrisas. Cuida mucho a la Yaya desde ahí arriba, que ya sabes que está un poco triste.
Te queremos, tía Carmen.

1 comentario:

Miguel dijo...

Tus palabras llenas de ternura seguro que habrán roto las barreras del olvido que hacen de esta enfermedad una de las mas tristes que existen para los que la vivimos a diario.

Pues con esa ternura seguro que tu tía Carmen habrá sido recibida a las puertas de las Misericordia por el Señor Nazareno.

Muy emotiva para mí esta entrada al sentirme cercano a tus sentimientos.

Un abrazo.