Todos hemos sentido miedo alguna vez. O al menos hemos creído sentirlo. Personalmente, tengo alguna que otra fobia, especialmente a cierto bichejo…Me digo una y otra vez que me tengo que enfrentar a él, pero cuando lo vuelvo a tener delante, me bloqueo. Se me paraliza el cuerpo. Soy millones de veces más grande que él, y en cambio, me siento pequeña cuando tengo uno a mi alrededor. Aún así, se que forma parte del ciclo natural, y que tiene su función en el mundo.
Pero el miedo es algo distinto…El miedo es sentir que se resquebraja el alma porque no sabes cuándo volverán a ser azules las pinceladas de un amanecer. El miedo es no encontrar respuesta a tus preguntas y que te atormenten las dudas en tu cabeza. El miedo es que esa brisa suave que te acariciaba ayer la cara, hoy se convierta en un desagradable huracán. Es cuando sientes que se te congela el espíritu, con gélidas nieves en pleno verano. El miedo es sentir que se desgarran los sueños porque no quedan fuerzas para soñar. Es no saber cuándo va a parar el llanto, ni si las lágrimas que hoy son amargas podrán convertirse en dulces mañana.
El miedo es…sentir que las sombras te acechan, intentando apagar la Luz.
Solamente, cuando sientes todas esas cosas en tus entrañas, eres consciente de la cantidad de banalidades en las que perdemos el tiempo los seres humanos. De la de estupideces por las que nos preocupamos, y de lo injustos que somos quejándonos por todo continuamente.
Pero lo positivo de todo esto, es que el miedo, también nos enseña. Y nos hace aprender. Nos enseña a valorar lo verdaderamente importante, a apreciar una mirada, a guardar aquella sonrisa como el mejor de los regalos. Nos enseña a congelar ese momento en el corazón y a querer con toda el alma. Y aprendemos a mirar a la luna, y a pensar, que en algún lugar del mundo, en ese mismo instante, alguien estará también mirando la misma luna, y enfrentándose a su miedo.
Y nos hace fuertes, hasta el límite que nunca hubiéramos podido imaginar.
Derrumbarse es inevitable. Hundirse, en muchos momentos, también. Entonces aprendemos también, que el mejor de los refugios es un abrazo dónde descargar las lágrimas, que a veces, parecen no tener fin.
En ocasiones, nos sorprendemos ante situaciones que no habríamos imaginado jamás. El miedo ante ellas, nos reta, dejándonos a veces fuera de juego. Es entonces cuando tenemos que sacar esa fuerza que nace dentro del alma, enfrentarnos al miedo, y luchar con todas nuestras ganas. Por aquella sonrisa. Por esa mirada. Por aquel momento. Por aquello en lo que mantienes aún la ilusión. Por volver a avivar esa Luz.
Porque, por muy duro que sea el camino, siempre hay alguien dispuesto a remar con nosotros y a no dejarnos solos. Por todo eso, hoy me propongo ser fuerte, darle la espalda al miedo, no dejaré que me venza...Porque el futuro siempre lo escriben los vencedores.
2 comentarios:
Por eso, porque tú siempre has sido una vencedora, tu propio ser y todo lo que lo rodea deben estar libres de ese miedo, y salir airosos y mas fuertes que nunca de cualquier vanalidad o ataque de ese miedo indiscriminado...
Saludos y mucha fuerza...
No creas...ultimamente pierdo muchas batallas. Pero sin duda, esta a la más importante que me he enfrentado jamás. Y el miedo llega cuando algo se te escapa de las manos porque no depende de ti. En fin, sigo enfrentándome a el cada día y manteniendo viva la Esperanza.
Gracias por tu apoyo, Magdaleno. Un abrazo.
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