jueves, 3 de septiembre de 2009

Contraluces



Hay días de los que no esperas nada, sólo pasar la hoja del calendario. Hoy era uno de ellos, pero a veces, basta con un momento casual para que te parezca un regalo. Escenas tan cotidianas cómo el atardecer, pueden ser mágicas a los ojos de los que aprendemos a "ver fotos" en cada instante. El cielo se tiñe de colores cuando el sol se esconde, y podemos ver los contrastes que aún en los paisajes urbanos pueden dejar las pinceladas que se pintan entre nubes. Las farolas empiezan a iluminarse, y la luna asoma por el lado opuesto.
Aún es tiempo de pasar noches en los parques, aprovechando los últimos días de un cálido verano, y comerse los últimos helados.
Es tiempo de atardeceres, de paseos de la mano con alguien especial, de besos entre el sol y la luna, de colores que darán paso a blancos y negros, de contrastes, contraluces, de sabor a fresa y limón, de miradas dulces con sonrisas picantes, de escuchar el agua de las fuentes y el murmullo del viento que empieza a anunciar que se acaba la estación para dar paso a otra...
¿Acaso no es maravilloso saber que alguien, en algún lugar del mundo está viendo el sol que nosotros veremos al amanecer un nuevo día? ¿Y que la luna que nos saluda por la noche, horas después la miraran a millones de kilómetros?
A veces, es necesario saber apreciar las pequeñas cosas de la vida, disfrutar de cada uno de nuestros cinco sentidos, porque nos pueden regalar sensaciones mágicas, basta sólo con una mirada alrededor para darse cuenta.

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