Y la LUZ se hizo presente en un humilde pesebre. El sueño que nos ha costado los desvelos de las últimas semanas, por fin se ha hecho realidad. No hay palabras que describan la intensidad de esta aventura que he tenido la dicha de compartir entre amigos. Sabemos que no todos entenderán el mensaje, que no todos se fijarán ni sabrán el por qué de cada detalle. Contábamos con ello desde el principio. No es un belén más. Es una catequesis bíblica del más bonito de los misterios de la vida del Señor: el de su Natividad. Ojalá sean muchas las personas que aprendan un poquito más de la historia que sucedió hace casi 2012 años en aquel pueblecito llamado Belén (Casa del Pan), de sus gentes, de sus costumbres... Ojalá consigamos el objetivo que pretendíamos con ello, acercar un poquito más al espectador a aquel niño que en estas fechas se hace presente entre nosotros.
Hemos dado lo mejor de nosotros mismos, hemos puesto toda nuestra ilusión, por eso, si somos capaces de transmitir sólo una pizca de emoción a los que vayáis a verlo, nos daremos por satisfechos. Hemos disfrutado mucho, saboreando cada instante, apreciando cada detalle, y aprendiendo mucho. Puedo decir orgullosa que ha sido una de las experiencias más bonitas de mi vida, tanto cofrade, cómo personal. De las más gratificantes.
La mejor de las recompensas, ha sido ver la emoción en las caras de aquellos con años de experiencia en este bendito arte, contemplando nuestro trabajo. Sus sinceras felicitaciones y sus muestras de cariño. Después de todo, es lo más gratificante.
Gracias, mil gracias, a todos los que nos habéis acompañado durante esta aventura. A todos los que habéis estado esta tarde allí apoyándonos, a los que os pasaréis en los próximos días. Gracias de corazón.
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