También lloraba el cielo, y también era viernes gris. Un mes es apenas un suspiro, pero un suspiro doloroso en ocasiones, que se clava como siete puñales en el corazón. Cuando el tiempo se detiene, cuando tu mundo se paraliza, no sabes si la herida dejará de sangrar, ni cuando, pero sabes que la cicatriz será grande y frágil, y que se abrirá en muchas ocasiones.
Aquel Viernes de Dolores compartimos la Luz de un barrio añejo, de un barrio con olor a geranio y a azahar. Hace un año y parece que fue un sueño, ¡pero qué sueño! Aquella noche se pintaba de tintes azules, del perchel a los ángeles, de los ángeles al cielo. Y en el cielo se clavan hoy más los puñales de tu ausencia.
Y es que hoy es de esos días marcados en el calendario del alma. Un mes de no ver tu mirada ni escuchar tu voz, pero un mes en el que el cariño no ha hecho si no más que afianzarse. Porque el querer no hay nada que lo destruya, ni que se lo lleve. Nuestra humanidad nos hace muy frágiles en situaciones así, pero el espíritu se hace fuerte.
Hoy se que estarás, como el año pasado, buscando la mejor revirá, el mejor rincón para encuadrar tu foto, buscando ese ángulo diferente. Hoy se que volveremos a compartir esa Luz de la cera que llora a los pies de la Reina de los Percheleros. Hoy se que volveremos a mirar a ese Cautivo, que este año tendrá un ángel más a su vera, y que la Salud se asomará tras aquella ventanita.
Hoy se que estarás, porque las mejores cosas son las que no se ven, las que se sienten en el alma.
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