(Foto de mi amigo Lalo)
Comenzaré diciendo que como todo lo escrito en este, mi blog, estas serán unas narraciones muy íntimas y personales de lo que yo he vivido estos pasados días. No esperéis que hable de cada cofradía o que comente cada detalle. Sólo contaré lo que yo he vivido y sentido.
La llegada a la ciudad mágica, fue, cómo siempre, con esa ilusión de comenzar unos días plenos, esperados durante mucho tiempo. La ilusión de compartirlos con los amigos. Y así fue.
Cómo estaba previsto, tras el viaje en el "LaloMóvil" dejamos las maletas en el aparta-hotel y bajamos a comprar algunas cosillas para desayunar y demás. Después, yo emprendía rumbo a la Plaza del Salvador, dónde me esperaban dos guapos mineros para tomarnos algo y emprender la tarde cofrade.
Con un sol de justicia llegábamos a Parque Alcosa, y entre reencuentros y sonrisas con viejos amigos, veíamos pasar a la hermandad del barrio. Allí nos quedamos un par de horas, mi querido Esteban y yo, disfrutando de los sones de una de las mejores agrupaciones musicales, la Estrella de Dos Hermanas.¡Qué bien suena lo clásico! Y si es con el mimo que ellos tratan a las composiciones, no os quiero contar. La verdad es que disfrutamos mucho.
De allí nos fuimos a San José Obrero, dónde vimos otro ratito de cofradía, aunque tardamos más en ir y volver que en verla. Y por último, rematamos la jornada en Nervión, para ver a la hermandad de Puente Cedrón, con un Cristo que inspira una profunda devoción al mirarlo y que va acompañado de una de las agrupaciones que más me han gustado siempre: Redención.
Con el cupo de cofradías cubierto, nos metimos en un bar de Nervión, y allí pasamos un buen rato, ya todos juntos. Y es que las cosas se saborean mejor con un buen tinto de verano en las manos, sobretodo, contando con los 30 grados de justicia que había. Una vez repusimos fuerzas, fuimos a recoger los respectivos coches (nosotros tuvimos que aparcarlo en el Cerro, tras una hora dando vueltas por Nervión...) y a dejarlos por la zona del hotel para bajar a cenar algo al centro.
El Arenal fue la zona elegida para acabar nuestro intenso día. Allí cenamos para después elegir un buen pub y tomarnos alguna copa, cómo estaba previsto. Por cierto, he de decir, que me gustó mucho la música y el ambiente de este pub. Buena elección.
Fue un día lleno de alegría, en el que lo mejor, fueron los amigos, las risas con ellos y los momentos vividos. Con la ilusión de poder compartirlo con alguien con quien no tengo la suerte de poder ver a diario, pasear por ese barrio que me llena el alma y disfrutar de buenas conversaciones y compañías con los míos.
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