Cómo un espejismo se nos pasó la semana. Reflejos de lo soñado, sin poder palpar apenas nada. Como castillos en el aire, parece que sólo estuvieron presentes en nuestros corazones el retumbar del tambor, el racheo costalero...
Este año no nos hemos embriagado del aroma del incienso, ni hemos llegado con los pies cansados a casa, ni nos hemos quedado sin horas para comer o dormir... Porque el sueño dormido, este año, no despertó apenas de su letargo. Nos dejó con la miel en los labios tras dos domingos de magia. Este año no vi bajo mi antifaz nazareno, las lágrimas de aquella anciana viendo a mi Virgen pasar a su lado, mientras le rezaba desde su silla de ruedas, ni escuché aquellas voces de ángeles en el zaguán de la Plaza de Santiago viendo a aquel al que tanto han cuidado y han besado estos últimos meses.
Y cómo los reflejos, se nos ha desvanecido el sueño, dejándonos perplejos, cómo cuando estás soñando algo bonito y despiertas de golpe, sin saber si ha pasado o no y te quieres volver a quedar dormido...
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