lunes, 19 de mayo de 2014

Mi final de Semana Santa


Toca cerrar esta serie de entradas, que por falta de tiempo, se han demorado más de lo que me hubiera gustado. Como os he ido contando, mi salud me impidió disfrutar de esta semana cómo me hubiera gustado, pero aún así, hice lo que pude. De mi Viernes por la mañana ya os hablé, para mi se resume todo en Ella... Porque si salgo a la calle, soy incapaz de irme a ver otras hermandades estando Ella. Y Ella es la que llevaré siempre en el corazón, y la que por encima de todo, y de TODOS, prevalece. Aunque algunos se crean superiores y su afán de protagonismo les ciegue. Aunque se crean perennes e imprescindibles. Aunque se crean eternos...Todos, absolutamente, todos, pasaremos, pero Ella siempre quedará. Y a Ella no se le puede engañar. Pero para todo eso ya hubo otra entrada (aunque creerme si os digo, que daría para muchas más entradas, pero no es plan) que podéis releerla aquí: http://paraisosdeluz.blogspot.com.es/2014/04/me-dueles.html

El viernes por la tarde, bajé a ver a las cofradías por el pasaje de la merced, como cada año, siguiendo la tradición con mis buenos amigos. De repente, este cofrade rinconcito se llenó de Piedad. Y podría resumiros en esa palabra la tarde noche dónde el Señor muere. Pues para mi, es una hermandad en la que muchas otras se deberían mirar. Sobriedad, elegancia, seriedad...Un cortejo que va creciendo cada año, y que es un ejemplo de organización. Una savia nueva que demuestra que la experiencia no la dan los años, si no, el buen gusto. La cultura cofrade. La sabiduría de aquellos que no necesitan "universidades" para aprender. Si no, que la humildad es su mejor carta de presentación. Un altar de cultos andante en el que la Luz nos enseña el camino. Clasicismo en estado puro. Piedad Catredralicia que es llevada al pueblo de la más elegante de las maneras. El Señor, que no muere, si no que duerme en una cruz de la que despertará al Tercer Día. Piedad de un grupo de buenos cofrades, pero sobretodo, de buenos amigos...


Y tras Él, el misterio impresionante de Nicodemo. La melancolía de lo que pudo ser...Y no fue. Porque esta Ciudad Real, tan querida por muchos, es así. Imprevisible. Y con la nostalgia aferrada a mi objetivo, recuerdo aquellos sueños vividos entre el azahar de aquella ermita. 

Angustias de Viernes Santo que sale a tierra de la iglesia en la que desemboca el pasaje. Poco puedo hablar de ella, pues desde el lugar en el que nos encontramos, apenas la vemos de refilón. El numeroso público que se concentra en la placita, no nos deja ya avanzar más para verla. Así que disfrutamos de los sones de la agrupación que se coloca a nuestro lado para poner la banda sonora a la hermandad de los ex-combatientes, que haciendo honor a su historia, vuelve a sacar los polémicos estandartes.

Una Pasión invade después aquel Pasaje. La alegría costalera, contrasta con la soledad de los pocos nazarenos que la acompañan. Ciudad Real, vuelve a sorprendernos, dejando en evidencia cortejos que ni siquiera son eso, cortejos...Y volvemos a lamentarnos de la falta de nazarenos, cuando el Señor, ya en su sepulcro, se para ante nosotros. Va tan alto, que nunca consigo verlo. O será que soy tan pequeña a su lado...

Y así, entre el Dolor de una Madre radiante, se cierra el viernes santo. Otro cortejo más desorganizado. Un palio que se mueve en exceso. Una hermandad que se niega a asumir el paso del tiempo y prefiere quedarse en el pasado. Otro ejemplo de lo que podría ser... y no quiere ser. Y otra vez la nostalgia, cuando recuerdo los años que se dejó allí mi tío. La ilusión que le robaron por esta pasión. Otra vez la rabia al ver la estampida de nazarenos, dejándola sola para vivir el folclore de algo que no debería ser digno de viernes de luto. Y la rabia de ver que en esta Ciudad Real, se olvida la esencia de lo sencillo...La reflexión. La penitencia. Y por encima de todo..Ella con su Dolor.

Más tarde, en un nuevo amanecer, vendría un sábado lleno de soledad y amargura. Este año, contraste de luto con el radiante sol que no quiso dejar de acompañarlas en todo el recorrido. Pasitos firmes los que da la cofradía que cierra la semana santa de nuestra tierra. Túnicas que imponen la seriedad que debe tener un día de duelo, esperando crecer en número en los próximos años. Gusto por el buen hacer. El lamento de una corneta que marca el final. 

Y así acabó mi semana. El domingo de resurrección...Ya es otra historia. Todo acaba, y todo empieza de nuevo. 

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