Aunque suene a título de marcha y parezca que me salto el jueves santo, hoy toca hablaros de este gran día, y para ello, qué mejor hacerlo que con la preciosa instantánea de mi amigo Magdaleno.
No pude disfrutar nada del Jueves Santo, así que por ello no puedo hablar de este día. Mis 40 de fiebre me lo impidieron. Así, aprovechando que me había bajado la fiebre, me puse mi túnica morada y me dirigí junto a mi hermana, para San Pedro. Este año no iría organizando el cortejo, así que pude ver la salida desde un lugar diferente, disfrutando de ese Padre Nuestro desde el balcón que le cantaron al Señor.
Nuevo recorrido, y nuevas sensaciones. Lástima que mi fiebre también me quiso acompañar, y en eso del paseo del Prado, mi penitencia fue haciéndose más dura cada vez. Aún así, entre los escalofríos de mi cuerpo (y eso que nunca se había vivido una Madrugá a unos 25º) llegamos a ese trocito de cielo que llevaba 3 años resistiéndonos, y esta vez, más especial que nunca.
Estación de Penitencia ante el monumento de los ángeles de la Plazuela de Santiago, rodilla en el suelo y ofreciendo por EL nuestro peregrinar. Tras esto, las voces angelicales ponían la mejor de las bandas sonoras que puede tener una madrugá.
Entre los pensamientos y reflexiones que se pasan por la cabeza...Mi amigo del alma. Esperando al Señor en cualquier esquina, con esa sonrisa del que ya ha alcanzado la Paz infinita.
Y vuelta a San Pedro. Al llegar a casa, mi fiebre era demasiado elevada, pero sentí que mi penitencia había tenido más sentido que nunca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario