domingo, 21 de junio de 2009

Fotografías fijas en la Memoria





Hace unos días hicieron una encuesta a 100 internautas para que votasen que 3 fotografías consideraban las más importantes de la historia. La primera elegida era una instantánea de la bomba atómica lanzada sobre Nadgasaqui . La segunda, el hombre pisando por primera vez la luna. Pero la tercera fue la que más me gustó: mostraba dos enamorados besándose mientras el mundo gira a su alrededor.

Me gusta saber que entre las tres fotos más importantes de la historia están dos enamorados, congelados en un beso interminable, refugiados contra el olvido.
Quizás eso es lo que sentimos cuando vemos fotografías antiguas, que por ellas no pasa el tiempo, como esos mosquitos atrapados en ámbar durante millones de años. El mundo sigue adelante, pero ellos se quedan allí atrapados para siempre, sin cambiar. Como las fotos guardadas en una caja de zapatos. Instantáneas de otro tiempo, que nunca volverán.


Una vez le preguntaron a Lewis Haind, un fotógrafo de guerra, por qué había elegido esa profesión. El contestó que si pudiera contar con palabras todo lo que veía, no necesitaría cargar todo el día con una cámara de fotos. Que ciertos momentos de belleza, de desolación, de horror, y de heroísmo, estaban más allá de las palabras. Yo también lo creo. Hay cosas que no podemos explicar con simples palabras. Cosas como seguir vivos. Sentimientos como el amor y el compromiso. O sensaciones como volver a abrazar a un amigo. Quizás por eso nuestra vida se compone de imágenes, momentos congelados en el tiempo para siempre. De decisiones que cambian sin remedio el rumbo de las cosas. De fotografías fijas guardadas en la memoria, que nos recuerdan cada segundo lo hermoso que es vivir.

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