Hay lluvia que te cala hasta lo más profundo, de esa que aunque lleves paraguas te traspasa y se mete en lo más hondo de las entrañas. Y estas son de esas fotos que nunca quieres hacer, con las que nunca sueñas, de las que no te traen buenos recuerdos a la memoria. Pero así fue mi martes santo...Soportando el aguacero, sabiendo que ya todo estaba perdido y que solo quedaba esperar a que pasara la tormenta y llegara la calma. A que el sol volviera a brillar.
Y es que aunque algo se preveía ya, siempre te queda esa última esperanza de que sea un espejismo, esa ilusión en el alma. Y como espejismo que es, se esfuma...Y ahí te quedas tú, con tu paraguas, sintiéndote idiota bajo la lluvia que no le importa calar y acabar con tantas ilusiones, con la magia, con ese sabor a miel que pronto se convierte en hiel fría y amarga...
Llueve, llueve... y como siempre no a gusto de todos...
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