Hay entradas que nunca quieres escribir. Momentos en los que prefieres pararte a reflexionar, a que se te pase el enervamiento inicial y hacerlo cuando estés en frío, en calma... Pero es que ultimamente me he parado demasiadas veces a esperar la calma, sorprendiéndome a mi misma, que no me caracterizo por tener mucha paciencia, precisamente, al menos, en según qué temas.
Y me he cansado. Me he cansado de que se rían descaradamente de mí y de los míos. De verme engatusada otra vez más con castillos en el aire, con ilusiones que ahora están rotas, con túneles, dónde, por más que nos empeñásemos, no brillaba ninguna luz.
Hoy, al igual que Cristo, me siento traicionada. Con el beso de Judas, ese que te da para endulzarte la mejilla mientras, a la vez, te está vendiendo por 30 míseras monedas. Y es que el sonido del poder, pesa mucho en quienes no ven más allá. El propio Jesús intentó evangelizar con sus obras incluso a sus enemigos. Intentó UNIRNOS. Y acabó vendido míseramente por "uno de los suyos"
Bien sabe el Señor cuanto me cuesta tomar ciertas decisiones, y que cuando decido echar hacia adelante, es con todas sus consecuencias, hasta el final. Tal vez, si fuera más egoísta a veces, las cosas serían más fáciles para mi, pero entonces, no podría dormir con la conciencia tranquila.
Me he cansado de callar, de ser, no buena, si no tonta. De poner la otra mejilla una y otra vez. Me he cansado de que me humillen y después acudir a las llamadas de auxilio. Me he cansado de cruzarme con quienes no tienen vergüenza, ni escrúpulos...Me he cansado de hipócritas, de mentirosos, de calumniadores, de inventores...
Pero a Dios gracias, yo puedo ir con la cabeza muy alta a día de hoy, no me tengo que esconder bajo ninguna capucha, ni bajar la mirada cuando me cruzo con alguien, ni evitarlos. No tengo nada que esconder. Soy demasiado transparente, tal vez, ese sea mi mayor defecto, y a la vez, mi mejor virtud. No tengo dobleces, no sé mentir, ni poner buena cara ante situaciones que no me gustan.
Afortunadamente, tengo muchas cosas en mi vida que me hacen feliz. Hay quien no tiene más que ese saquito de 30 monedas con el que creen tener el poder en su mano... Y es que hay quien solo desprende oscuridad, como el más profundo de los abismos.
Foto: Rubén Marín
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